P.
Carlos Cardó SJ
La
bendición de Cristo, técnica mixta sobre tabla de Fernando Gallego (1494 –
1496), Museo del Prado, Madrid, España
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En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo."Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo abolía el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
Jesús tomó la palabra y les dijo: "Os lo aseguro: El Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que ésta, para vuestro asombro. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo el juicio de todos, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió. Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de la muerte a la vida. Os aseguro que llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es hijo de hombre. No os sorprenda, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Los judíos han decidido matar a Jesús por no respetar el sábado y
hacerse igual a Dios. Pero Él sigue hablando públicamente de su misión y afirma
que Él hace lo que hace Dios, su Padre. Pues
el Padre ama al Hijo y le manifiesta todas sus obras. Con estas palabras, reivindica
para sí una peculiarísima relación recíproca con Dios, que le hace situarse
ante Él y percibirse a sí mismo como su Hijo único, que se hizo hombre por obra
del Espíritu divino.
Por ese mismo Espíritu se nos comunica el amor-vida de Dios y la
Trinidad santa permanece en nosotros. Los tres, Padre, Hijo, Espíritu son
idénticos en el ser, entender, juzgar y obrar. Los tres realizan la misma
acción: aman, se manifiestan, dan vida, envían, oyen, elevan y resucitan. Y son
esas las acciones divinas que Jesús realiza para darnos su vida.
Al mismo tiempo que Jesús desvela la identidad de Dios, revela también
la identidad del ser humano, por haber sido creado a imagen y semejanza de su
Creador. De modo que de la idea que se tiene de Dios sale la idea que se tiene de
la persona humana. De la identidad de Dios como Padre, que Jesús nos transmite,
sale nuestra identidad de hijos e hijas, y por tanto de hermanos y hermanas
entre nosotros.
Jesús nos revela un Dios que no es un ser solitario, sino una comunidad
de personas; correlativamente nos revela que el ser humano, imagen de Dios, no
realiza su vida en solitario sino en amor, fraternidad, solidaridad.
La obra que el Padre realiza por medio de su Hijo Jesucristo consiste
en crear fraternidad entre sus hijos. Esa obra se convierte en la norma del que
sigue a Jesús y supera el ordenamiento moral establecido en la Ley dada a
Moisés. Quien cree en Él, adhiriéndose en la práctica a su modo de ser y de
obrar, tiene vida eterna.
La fe en Jesús y la aceptación vital de su mensaje se convierte para
el creyente en una forma de vida que tiene una calidad, un valor de eternidad
más allá de la muerte. Quien la asume ha
pasado ya de muerte a vida. La muerte para él será el paso al nivel de vida
plena, salvada, resucitada, que sólo puede darse en Dios.
El texto resalta dos prerrogativas exclusivas de Dios:
resucitar/dar vida y juzgar. Esas prerrogativas el Padre se las da al Hijo y
éste las realiza en quien cree en Él. Por eso dice: Yo les aseguro que quien acepta lo que yo digo y cree en el que me
envió, tiene la vida eterna; no sufrirá un juicio de condenación, sino que ha
pasado de la muerte a la vida.
Finalmente, el texto de Juan habla del juicio o del dictar sentencia.
Jesús tiene el poder de regenerar como hijos de Dios a los que lo acogen y
creen en Él. Asimismo, ha recibido de su Padre el poder de dar vida y
resucitar. Por eso, quien rechaza a Jesús y su palabra, rechaza el don de
salvación que Dios ofrece por medio de su Hijo, se impide ser beneficiario de
su voluntad y de su poder de darle vida eterna.
Se puede decir, entonces, que el juicio, el dar sentencia,
no es un acto judicial como el que los hombres realizamos en nuestros
tribunales, sino la manifestación del amor, cercanía y unión a Dios que hay en
los que están a favor de Jesús o, al contrario, la manifestación del rechazo, distancia
y separación de quienes han obrado en contra de Jesús y de su enseñanza y, por
tanto, en contra de los hermanos.
El juicio se realiza ahora, en la toma de posición y confrontación
de cada uno con la Palabra de Jesús. Honrar y escuchar al Hijo es salvarse,
pasar de la muerte a la vida plena. A la hora de la muerte caerá el velo y se
hará patente la verdad de cada uno.
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