P. Carlos Cardó SJ
En aquel tiempo. Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesarea de Filipo. Por el camino les hizo esta pregunta: "¿Quién dice la gente que soy yo?".
Ellos le contestaron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas".
Entonces él les preguntó: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?".
Pedro le respondió: "Tú eres el Mesías". Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.
Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día.Todo esto lo dijo con entera claridad.
Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: "¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres".
Termina la primera parte del evangelio de Marcos. Jesús ha
recorrido de pueblo en pueblo la región de Galilea, transmitiendo el anuncio
gozoso del reino de Dios y obrando signos en favor de la gente. La gente lo ha
seguido entusiasmada y se ha animado incluso a ir tras Él en el desierto, sin
nada que comer, con peligro de desmayar por el camino. Jesús los alimentó con
los panes.
Pero ahí pasó algo desconcertante: al bendecir los panes,
partirlos y mandar a sus discípulos que los repartieran, Jesús quiso hacer ver
que el pan partido y compartido era el símbolo de su propia vida entregada para
la vida del mundo, y que sus discípulos debían hacer otro tanto. Puso el ideal
de realización humana en la donación. Pero ellos no comprendieron el
significado del pan.
Ahora
nos hallamos al norte de Galilea, cerca de la ciudad pagana de Cesarea de
Felipe. Jesús inicia su camino a Jerusalén donde va a ser entregado. En este
contexto, tiene con sus discípulos un momento de intimidad. Jesús les pregunta:
¿Quién
dice la gente que soy yo? Ellos
responden refiriendo lo que se oye hablar sobre el Maestro, las distintas
opiniones de la gente.
Unos,
impresionados por la vida austera y la muerte del precursor de Jesús, dicen que
es Juan Bautista que ha resucitado. Otros creen que se trata de Elías, que ha
vuelto a la tierra para consagrar al Mesías (Mal 3, 23-24; Eclo 48, 10) y preparar la llegada del
Reino de Dios (Mt 11, 14; Mc
9,11-12; cf. Mt 17, 10-11). Otros, en fin, identifican a
Jesús con un profeta, sin mayor concreción.
También
hoy, si hiciéramos la misma pregunta, la gente daría muchas respuestas y
seguramente todas muy positivas. Es un hecho incuestionable que Jesús sigue
atrayendo con su personalidad, su mensaje y su obra. Jesús, generalmente, es
admirado y amado. Esto pasa si las personas han oído hablar de Jesús.
Actualmente, en nuestro mundo secularizado, hay muchas personas que no saben
nada de Él, o tienen una imagen muy superficial. Pero si han escuchado sus
enseñanzas y conocido sus acciones en favor de la humanidad, lo más seguro es que
serían capaces de admirarlo y seguirlo.
Después
de oír su respuesta, Jesús hace a sus discípulos otra pregunta: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Quiere conocer su fe porque quiere
prepararlos a lo que vendrá, dado que son los que han de continuar su obra.
Entonces Pedro, tomando la palabra, le contesta: Tú eres el Mesías (en griego, Cristo). Según el evangelio de Mateo,
esta confesión de fe no ha nacido de una genial perspicacia de Pedro, sino que
ha sido el Padre quien se lo ha revelado. ¡Dichoso
tú, Simón, hijo de Jonás!, porque esto no te lo ha revelado nadie de carne y
hueso, sino mi Padre que está en el cielo... (Mt 16, 17).
“Cristiano”
es aquel que confiesa a Jesús como el Cristo enviado por Dios para traernos la
salvación de lo alto y liberarnos de nuestras miserias. Con Jesús Mesías
irrumpe en la historia el reino de Dios de una forma eficaz y el cristiano
queda asociado a Jesús para colaborar con Él en la extensión del Reino.
Esta
confesión de Pedro nos invita a responder a la pregunta: quién es Jesús para
nosotros. Es como si el mismo Jesús nos la hiciera también, aquí y ahora:
“¿Quién soy yo para ti?”. Y espera nuestra respuesta. El cristianismo no es una ideología, ni solamente una doctrina o una
moral, sino una relación personal con Jesucristo, que sale a mi encuentro y me
muestra su obra: la instauración del reinado de Dios, de la victoria del amor
de Dios sobre la injusticia y maldad del mundo. Al mismo tiempo, Jesucristo me
dice que para que se extienda su obra y abrace a toda la humanidad, Él cuenta
conmigo.
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