P. Carlos Cardó SJ
Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".
Ellos contestaron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los antiguos profetas, que ha resucitado".
Él les dijo: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?".
Respondió Pedro: "El Mesías de Dios". Entonces Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo: "Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día".
Este texto de Lucas viene a continuación del milagro de la
multiplicación de los panes (9,10-17). Jesús inicia su camino a Jerusalén donde
va a ser entregado. En este contexto, dice Lucas que Jesús se hallaba un día
haciendo oración a solas cuando sus apóstoles se le acercaron. Él aprovecha la
ocasión para prepararlos a lo que vendrá, dado que son los que han de continuar
su obra. Por eso les pregunta:
¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos
responden refiriendo las distintas opiniones de la gente. Unos,
impresionados por la vida austera y la muerte del precursor de Jesús, dicen que
es Juan Bautista que ha resucitado. Otros creen que se trata de Elías, que ha
vuelto a la tierra para consagrar al Mesías (Mal 3, 23-24; Eclo 48, 10) y preparar la llegada
del Reino de Dios (Mt 11, 14; Mc 9,11-12; cf. Mt 17, 10-11).
Otros, en fin, identifican a Jesús con un profeta, sin mayor
concreción.
También
hoy, si hiciéramos la misma pregunta, la gente daría muchas respuestas y
seguramente todas muy positivas. Es un hecho incuestionable que Jesús sigue
atrayendo con su personalidad, su mensaje y su obra. Jesús, generalmente, es
admirado y amado. Es verdad que muchos no saben nada de Él, o tienen una imagen
muy superficial. Pero si han escuchado sus enseñanzas y conocido sus acciones
en favor de la humanidad, seguramente serían capaces de admirarlo y seguirlo.
Después de oír su respuesta, Jesús hace a sus discípulos otra
pregunta: Y según ustedes, ¿quién soy
yo? Entonces Pedro, tomando la palabra, le contesta: Tú eres el Mesías (en griego, Cristo). Pedro declara que Jesús es el Salvador enviado por Dios al
mundo. Su declaración nos invita a responder quién es Jesús para
nosotros, como si la pregunta de Jesús nos fuera dirigida a nosotros, aquí y
ahora: “¿Quién soy yo para ti?”. ¿Cómo es mi relación con Jesús? ¿Qué es para
mí seguir a Cristo? ¿Una ideología, una
doctrina, una moral? ¿O es realmente una relación personal con Alguien, a quien
amamos y queremos amar como Él nos ama?
Jesús,
después de ordenar a los discípulos que no hablaran de Él porque la gente tenía
una idea muy distinta de lo que había de ser el Mesías, empezó a enseñarles que
tenía
que sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los jefes de los sacerdotes y
los maestros de la ley, que lo matarían y al tercer día resucitaría. Habló de esto con claridad, haciendo
ver que su misión era la del Mesías Siervo, que no
se acredita con un triunfo según el mundo sino asumiendo el dolor y la culpa de
sus hermanos. Con ello Jesús aceptaba como propia la voluntad de su Padre que
ama tanto al mundo hasta entregar a su Hijo. Con ello demostraba que no hay mayor amor que el que da su vida por
sus amigos.
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