P. Carlos Cardó SJ
¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes pagan el diezmo hasta sobre la menta, el anís y el comino, pero no cumplen la Ley en lo que realmente tiene peso: la justicia, la misericordia y la fe. Ahí está lo que ustedes debían poner por obra, sin descartar lo otro. ¡Guías ciegos! Ustedes cuelan un mosquito, pero se tragan un camello. ¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes purifican el exterior del plato y de la copa, después que la llenaron de robos y violencias. ¡Fariseo ciego! Purifica primero lo que está dentro, y después purificarás también el exterior.
Jesús critica la hipocresía de los fariseos, vicio que constituye
un peligro en todas las religiones y movimientos espirituales. En particular,
Jesús critica la hipocresía subyacente a la actitud de muchos guías ciegos que
convierten la religión en un conjunto de prácticas reglamentadas, de cuyo
cumplimiento se obtiene fama de justo.
Este afán de justificarse el hombre por sus obras, llevaba a
querer asegurarse la salvación con el legalismo. La ley mosaica se había
desmenuzado en centenares de normas que regulaban la vida cotidiana hasta en lo
más mínimo, pero que llevaban al mismo tiempo a olvidar lo más importante: la
justicia, la misericordia, la fidelidad. Por eso los recrimina el profeta
Isaías: Así dice el Señor: Este pueblo…
me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí y el culto que me
rinden es puro precepto humano, simple rutina” (Is 29,13). A esto se refiere Jesús al decir: ¡Ay
de ustedes, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la
menta, del anís y del comino, pero descuidan lo más importante de la ley: la
voluntad de Dios, la misericordia y la fe!
Frente a ello, Jesús propone el amor al Padre y a los hermanos,
que si es verdadero llevará al hombre a actuar siempre con delicadeza, teniendo
cuidado de lo pequeño, pero sin caer en el escrúpulo, ni en la manía
ritualista.
¡Guías ciegos que cuelan un mosquito pero se tragan un camello!
Legalismo absurdo que hace prestar atención al detalle pero impide ver el
conjunto. La liturgia y la vida espiritual se mecanizan con el detallismo
ritualista.
Critica también Jesús la religiosidad de la pura apariencia, que
había llevado a la obsesión por la limpieza y purificación aun de los
utensilios domésticos, vasos y platos, con olvido de la purificación interior
de la persona, que es lo importante. Bajo una exterioridad cuidada al máximo,
se oculta rapiña y corrupción. Hay que purificar primero el interior de la
persona.
La obra de Dios consiste en la purificación del corazón, en la
creación de un espíritu nuevo, participación de su mismo espíritu: Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
renueva dentro de mí un espíritu firme; no me arrojes de tu presencia, no
retires de mí tu santo espíritu; devuélveme la alegría de tu salvación,
fortaléceme con tu espíritu generoso (Sal 51, 12-14). Espíritu firme, santo
y generoso. Así puede el hombre tener un corazón como el de Dios, ser
misericordioso como el Padre es misericordioso (Lc 6, 36).
El fariseísmo es una amenaza constante a la vida cristiana porque
tienta bajo apariencia de bien: convierte el evangelio en ley, en vez de buena
noticia del amor salvador del Señor, se fija solamente en los mandatos y
prohibiciones. Lleva así a confiar más en la ley, que en la gracia-amor que se
nos da y es la que salva. Conduce a la vanagloria por los méritos propios y al
rechazo de los otros, a no comportarse como hermano.
Bajo apariencia de bien, el mal puede venir de transgredir la ley,
sin duda; pero también, y más sutilmente, puede venir disfrazado con la máscara
de la observancia. Entonces es difícil reconocerlo. Es la hipocresía de quien
se sirve de la Palabra (de la Iglesia, de las instituciones religiosas, de los
roles y funciones, etc.) para obtener beneficio propio, aprobación, vanagloria,
no gloria de Dios.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.