P. Carlos Cardó SJ
Anunciación, óleo sobre lienzo de Filipino Lippi
(1490 – 1496), Museo del Hermitage, San Petersburgo, Rusia
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo".Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.El ángel le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin".María le dijo entonces al ángel: "¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo no conozco varón?".El ángel le contestó: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios".María contestó: "Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho".Y el ángel se retiró de su presencia.
Para toda mujer, el nacimiento de su hijo supone una fiesta
extraordinaria, que cambia su vida para siempre; pero la espera del hijo es un
tiempo excepcional, en el que se genera entre la madre y su hijo una intimidad
verdaderamente indisociable. Por eso, si la navidad es la fiesta que exalta la
maternidad de María, el adviento exalta la fe con que María acepta su vocación
de madre del Redentor.
El texto de Lucas sobre la anunciación a María (Lc 1,26-38) refleja la alegría de Dios en su encuentro,
por medio del ángel, con María, la llena de gracia…, bendita entre todas las mujeres. Y esta alegría que Dios le transmite abre la espera de la virgen madre. En María, la humanidad acoge el ofrecimiento de salvación hecho
por Dios. Dios ha hallado una madre que le haga nacer entre nosotros.
Todo en María ha sido predestinado por Dios con vistas al
cumplimiento de su voluntad de revelarse a la humanidad y salvarla enviando a su
Hijo al mundo. Dios ha querido encontrarse con ella desde su eternidad. El
sueño de Dios en favor de sus hijos puede al fin realizarse. Y Dios viene, se
incorpora en nuestra historia, sella su alianza con nosotros para siempre.
María acoge el plan de Dios con la actitud de obediencia propia de
la fe. Pero esta obediencia lleva primero a remontar las dificultades del
creer. María, como los grandes creyentes de la historia, no teme expresar ante
su Dios su propio sentimiento de incapacidad frente al designio divino que
trasciende toda humana razón: ¿cómo podrá
ser esto si no tengo relación con ningún varón?
Y en virtud de esa misma fe confiada que le hace al mismo tiempo
referir toda su existencia al Dios que todo
lo puede, no duda en responder al anuncio: Hágase en mí lo que has dicho. En su respuesta halla eco el Hágase divino, por el que fueron creadas
todas las cosas. Su acogida de la gracia anuncia la nueva creación. María pone
a disposición del Padre su cuerpo virginal, para que su Hijo pueda tener un cuerpo humano por obra del Espíritu Santo, y se convierta en
hermano nuestro. Lo imposible se hace posible. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
En la Encarnación, María inicia un
camino de fe y ya toda su vida será un caminar en la “obediencia de la fe”, un
continuo adviento de esperanza en el silencio de la oración, en la oscuridad de
la fe, en la sorpresa del misterio de Dios. María conservaba todas estas cosas en su corazón.
El espíritu propio del adviento nos lleva,
pues, a considerar la fe, esperanza y amor con que la Virgen Madre esperó a su Hijo.
Como ella nos sentimos movidos a prepararnos, “vigilantes en la oración y… alegres
en la alabanza”, para salir al encuentro del Salvador que viene, a no hacer
resistencia a su venida aunque venga a cambiarnos, aunque cambie nuestros
planes. Con María nos fiamos de Dios y decimos: Hágase en mí según tu palabra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.