martes, 12 de noviembre de 2024

Siervos inútiles somos (Lc 17, 7-10)

P. Carlos Cardó SJ

Jesús lava los pies a sus discípulos, óleo sobre lienzo de Paolo Veronese (1580), Galería Národní, Praga, República Checa

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: "¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños, le dice cuando éste regresa del campo: 'Entra enseguida y ponte a comer'? ¿No le dirá más bien: 'Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú?'. ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque éste cumplió con su obligación?
Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: 'No somos más que siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer' ".

La parábola del servidor que sirve a su señor nos hace ver que debemos experimentar la felicidad y el gozo de creer, pero no intentar creer en Dios de forma interesada.

Jesús nos asemeja a los siervos. Siervo es uno que no se pertenece a sí mismo. Pero esta no pertenencia evangélica es expresión máxima de la libertad en el amor: hace a la persona semejante al Señor que pertenece totalmente al Padre y a los hermanos.

Prepárame la cena. El patrón no sirve, él manda. Pero el Señor Jesús está entre nosotros como el que sirve (Lc 22). Para el mundo, la libertad consiste en hacer que a uno sirvan. Para Dios, la libertad verdadera consiste en la necesidad de servir por amor.

Cuando hayan hecho lo que se les había mandado, digan: somos siervos inútiles. Hemos hecho lo que teníamos que hacer. “Inútil” aquí no es peyorativo, puesto que el criado ha cumplido la misión que le había sido encomendada. Quizá habría que traducir mejor: “Somos simples siervos”, sin derecho ni mérito ligado a nuestro trabajo.

Es la invitación de Jesús a la gratuidad: a hacer el bien sin buscar recompensa, sabiendo que Dios no necesita de nuestras buenas obras, sino que somos nosotros los que nos beneficiamos con esas buenas obras. El premio está en la misma obra bien hecha. Den gratis lo que gratis recibieron. Para Pablo, la máxima recompensa consistirá justamente en predicar gratuitamente el evangelio (1Cor 9,18): es experiencia personal de aquél que me amó y se entregó a la muerte por mí (Gal 2,20).

      «Sé siempre fiel en las cosas pequeñas, porque en ellas reside nuestra fuerza. Para Dios no hay nada pequeño. Nada disminuye. Para él todas las cosas son infinitas. Practica la fidelidad en las cosas más mínimas, no por su propia virtud, sino porque la cosa más grande es la voluntad de Dios –y que yo misma respeto infinitamente. No busques actos espectaculares. Deliberadamente debemos renunciar a todo deseo de contemplar el fruto de nuestra labor, cumplir solamente lo que podemos, de la mejor manera que podamos, y dejar el resto en manos de Dios. Lo que importa es el don de ti mismo, el grado de amor que pones en cada una de tus acciones. No te permitas desalentarte frente a un fracaso, si has hecho lo mejor que has podido. Rechaza también la gloria cuando consigues éxito en tu empresa. Dáselo todo a Dios con la más profunda gratitud. Si te sientes abatido, es señal de orgullo que manifiesta cuánto crees en tu propio poder. No te preocupe lo más mínimo lo que piensa la gente. Sé humilde y nada te molestará jamás. El Señor me ha puesto en este trance donde estoy, él mismo me librará» (Sta. Teresa de Calcuta).

 

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