jueves, 26 de enero de 2023

Luz del mundo y saber escuchar (Mc 4,21-25)

P. Carlos Cardó SJ

El sol, óleo sobre lienzo de Giuseppe Pellizza da Volpedo (1904), Galería Nacional de Arte Moderno y Contemporáneo, Roma

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "¿Acaso se enciende una vela para meterla debajo de una olla o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Porque si algo está escondido, es para que se descubra; y si algo se ha ocultado, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga".
Siguió hablándoles y les dijo: "Pongan atención a lo que están oyendo. La misma medida que utilicen para tratar a los demás, esa misma se usará para tratarlos a ustedes, y con creces. Al que tiene, se le dará; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará".

Este pasaje puede ser la conclusión de la parábola del sembrador: cuando la semilla-Palabra cae en tierra buena, produce fruto y lo oculto y secreto de la semilla-Palabra ha de hacerse público y notorio. La identidad cristiana cuando está asimilada se deja ver, se trasluce, resalta. Cristo es la luz, es quien ilumina y damos su luz.

Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija o la oculta debajo de la cama, sino que la pone en un candelero, en alto, que todos los vean. Responsabilidad grande. Impacto que producimos. Pensemos qué debemos hacer para que la palabra se transmita de modo creíble, sea respetada, tenida en cuenta.

No es buscar sobresalir, brillar, hacernos ver. Jesús advierte: “Cuidado con practicar las buenas obras para ser vistos por la gente…, no vayas pregonándolo como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que los alaben los hombres” (Mt 6, 1-2). Seamos con sencillez lo que debemos ser: auténticos, con identidad clara y manifiesta.  No se puede esconder la identidad. Y la identidad brillará; es consecuencia.

Nada hay oculto que no se descubra ni secreto que no se conozca. Jesús es luz, pero oculta, como semilla en tierra. En medio de dificultades se recibe y acoge la luz, misterio del Señor y del reino.

Por eso pongan atención a cómo escuchan. Si escuchamos con atención, descubrimos el sentido de la palabra y la luz en medio de la realidad oscura. Lo oculto queda al descubierto. En la medida de nuestra fe, sabemos escuchar y se nos da el conocimiento del misterio. Quien tiene capacidad de escucha recibirá más y más luz. Pero a quien no sabe escuchar se le quitará aun lo que tiene, en el sentido de que no será capaz de acoger el don que se le ofrece y lo perderá por no saber acogerlo.

El pueblo judío no aceptó la plenitud de la revelación en Jesucristo, no tuvo fe; por ello lo que tenía (elección, alianza, obras maravillosas en su favor, promesa), lo perdió. En cambio los seguidores de Jesús, aun los paganos, tuvieron fe y recibieron el don de lo alto.

Lámpara para mis pasos es tu palabra, luz en mi camino (Sal 119, 105). 

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