miércoles, 26 de agosto de 2020

La hipocresía (Mt 23, 27-32)

P. Carlos Cardó SJ
Profeta Zacarías, óleo sobre lienzo de Nicolás Javier de Goríbar (inicios del siglo XVIII), Iglesia de la Compañía de Jesús, Quito, Ecuador
Jesús les dijo: "¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes son como sepulcros blanqueados, que se ven maravillosos, pero que por dentro están llenos de huesos y de toda clase de podredumbre.Ustedes también aparentan como que fueran personas muy correctas, pero en su interior están llenos de falsedad y de maldad.
¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes construyen sepulcros para los profetas y adornan los monumentos de los hombres santos. También dicen: Si nosotros hubiéramos vivido en tiempos de nuestros padres, no habríamos consentido que mataran a los profetas. Así ustedes se proclaman hijos de quienes asesinaron a los profetas. ¡Terminen, pues, de hacer lo que sus padres comenzaron!"
¡Sepulcros blanqueados! En esta parte de su discurso contra los fariseos, Jesús alude a la costumbre judía de blanquear cuidadosamente las tumbas para hacerlas bien visibles y evitar que la gente las tocase involuntariamente, quedando con ello inhabilitados (impuros) para el culto en el templo.
Jesús critica la moral de las formas y de las apariencias, cuyo principal empeño consiste en mantener una apariencia bien compuesta, solemne y atractiva, pero que muchas veces puede ocultar incoherencias y maldades. Al exterior, aparente santidad, impecabilidad y buen nombre; pero en realidad lo que se busca es la autojustificación, llegando para ello al desprecio del amor verdadero y de sus exigencias concretas para con el hermano.
El amor verdadero, en cambio, obra siempre con sencillez y puede incluso parecer torpe por cierta falta de formas diplomáticas, pero ante las injusticias y el dolor de los hermanos no se escabulle, no teme mancharse las manos ni busca refugio en formas y discursos de mera connivencia. Así actuó Pilato.
¡Edifican mausoleos a los profetas! Se venera a los profetas porque ya están muertos. Se alaban sus discursos, pero para volverlos inofensivos. Se exaltan las cosas buenas que anunciaban, pero se callan las cosas que denunciaban y que siguen conmoviendo las conciencias.
¡Si hubiéramos vivido en tiempos de nuestros antepasados, no habríamos colaborado…!, dicen los fariseos. Jesús les hace ver que es fácil criticar el pasado, darse golpes de pecho por los pecados de los antiguos, pero no hacer nada para que no se reproduzcan en el presente. Se llega incluso al prurito de arremeter contra las cruzadas, la inquisición, la persecución de las brujas, la extirpación de las idolatrías…; pero más vale arrepentirse de lo que ahora se sigue haciendo, pues –desde muchos puntos de vista– es la misma historia de violencia. Más aún, ¿no será peor nuestra historia con su diabólico afán de consumir, explotar y contaminar el hábitat humano, la vida en el planeta? ¿Cómo juzgarán a esta generación las generaciones futuras?
Con sutil ironía Jesús exhorta a los fariseos a llevar a término la obra que sus antepasados iniciaron. ¡Completen, pues, lo que sus antepasados comenzaron! Alude a los propósitos homicidas que aquellos mantuvieron frente a los profetas, y que les llevaron a promover o apoyar su muerte en ejecuciones sumarias. Es lo que quieren hacer con él, les advierte Jesús a sus oyentes.
La misma violencia con que actuaron sus antepasados les llevará a darle muerte. Completarán así la historia del rechazo a los enviados de Dios, porque Él es el mensajero definitivo, portador de la salvación, que les transmitió la llamada definitiva a la conversión. Es el tema de la parábola de los viñadores homicidas, ya propuesta por Jesús (Mt 22,1-14). Es el colmo al que llegarán los fariseos: rendir homenaje a los antiguos profetas y matar al mesías que ellos anunciaron.
Jesús, en este punto, no duda en emplear las amenazas que Juan Bautista dirigió a sus interlocutores (Mt 3,7). Serpientes, raza de víboras, ¿cómo escaparán a la condenación del fuego que no se apaga? La realización de este anuncio se cumple ahora en Jesús y en sus enviados, los evangelizadores, que serán igualmente perseguidos como los profetas, maestros y sabios de Israel, desde el justo Abel hasta Zacarías, cuya sangre cayó sobre el altar. La maldad acumulada, que recae sobre el judaísmo farisaico por reproducir la maldad de sus antepasados, tendrá un final desastroso, como advierte Jesús en la parábola de estilo apocalíptico que viene a continuación de este texto. 

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