P. Carlos Cardó SJ
Marta reprende a su hermana María
Magdalena, óleo sobre lienzo de autor anónimo (presumiblemente femenino),
(siglo XVII), Museo Smithsonian de Arte Americano, Washington DC, Estados
Unidos
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano"."Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo"."Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos".Somos conscientes de vivir en una época individualista. Una tendencia extendida lleva a subrayar más los derechos (del individuo) que los deberes (del ciudadano), y a resolver la tensión entre libertad y responsabilidad, apostando simplemente por “mi” libertad.
Asimismo, la afirmación absoluta del individuo hace olvidar muchas
veces a los otros, de tal modo que se llega a interpretar la tolerancia y el
respeto al otro como no meterse con nadie, o como indiferencia y desinterés
por la vida del otro. Pero ya los primeros diálogos de Dios con el hombre en la
Escritura nos plantean la pregunta: ¿Dónde está tu hermano Abel? – No
sé; ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano? Pero el otro es un “hermano”, de tu
sangre, de tu casa. Eres responsable de él.
Jesús
hace conscientes a sus discípulos de un hecho que será inevitable: dentro de su
comunidad habrá fricciones, ofensas, infidelidades y perjuicios. La Iglesia
es pueblo de Dios en marcha…, comunidad santa y pecadora, necesitada de
continua purificación. A pesar de
los pecados de sus miembros, el Espíritu del Señor está siempre en ella.
Y por eso no renuncia al Evangelio como norma de vida y no puede tolerar que
los errores y pecados se conviertan en normas habituales de conducta; eso sería
su muerte.
Además,
por el hecho de pertenecer a la familia humana, a todos nos atañe una responsabilidad pública frente a las
conductas que dañan a la comunidad. Era el deber que sentía el profeta: Si tú no hablas, poniendo en guardia
al que ha hecho mal para que cambie de conducta, a ti te pediré cuenta de su
suerte (Ez 33, 8). Naturalmente
no se trata de erigirnos en jueces de los demás; en muchas otras ocasiones el
mismo Jesús reprueba esta actitud. Se trata de ganar a tu hermano, restablecerlo, curar el cuerpo herido, y aspirar
a un modelo social y eclesial de inclusión, no de exclusión de los indeseados.
Por
eso, en el cristianismo, la corrección del hermano que ha pecado o cometido un error,
es signo y expresión del amor. El otro es reconocido siempre como es, con sus
limitaciones; no es juzgado si se equivoca, se le absuelve si es culpable, se
le busca si anda por el mal camino y se le perdona si peca.
Sin
aceptación, no es posible la corrección. Siempre es imprescindible escuchar al
otro. Sólo así podrá aceptar lo que se le diga, y no lo sentirá como una
agresión. La corrección del hermano se hace sin violencia, no por venganza ni
por rencor. Porque amas a tu hermano como a ti mismo, lo corriges para no
cargarte de un pecado de omisión con respecto a él. Es un miembro enfermo, se
siente dolor por él, se busca curarlo porque es parte del mismo cuerpo. Buscar
al que está perdido es la expresión más alta de la misericordia.
Así,
desde el amor responsable se puede entender el procedimiento que el evangelio sugiere
para recuperar al hermano:
-
Primero se le habla en privado, con discreción y respeto, no en público como
pedía la ley judía (Lev 19). Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre
los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano.
-
Segundo, si
el diálogo no surte efecto, se busca la ayuda de otro o de otros hermanos, para
que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos.
-
Y si aun esta medida fracasa, se apela a la comunidad. La comunidad (ecclesia) es mediación y sacramento de
Dios, a quien finalmente corresponde el juicio. Si no les hace caso, díselo
a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como
un pagano o un publicano.
Queda
claro entonces que Jesús nos invita no solamente a reconciliarnos con el
hermano, sino a procurar llevarlo a conversión. Y esto exige siempre rectitud
en el hablar para llamar mal a lo que está mal y bien a lo que está bien. La
verdad es un servicio de caridad. Corregir el mal proceder de mi prójimo no
significa excluirlo, no es tratarlo sin consideración ni dejar de comprenderlo.
Jesús vino justamente a llamar y salvar lo que estaba perdido.
El evangelio propone un modelo de
comunidad en el que sus miembros se sienten corresponsables unos de otros. Sólo
cuando existen relaciones personalizadas adquiere sentido la corrección
fraterna. Sólo entonces es
posible el acuerdo, que consolida la unión fraterna. Entonces ocurrirá
lo que dijo Jesús: Si dos de ustedes se
ponen de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, la obtendrán de mi
Padre del cielo (Mt 18, 20).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.