P.
Carlos Cardó SJ
El
endemoniado de Gerasa, ilustración de William Hole (1906) en La Vida de Jesús
de Nazareth, ochenta pinturas. Publicada por Fine Art Society, Londres, 1906
|
En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos.Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: "¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes".Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: "¿Cómo te llamas?".Le respondió: "Me llamo Legión, porque somos muchos". Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte.
Los espíritus le rogaban a Jesús: "Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos".Y él se los permitió.Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron.Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo.
La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: "Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo".
Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.
La escena se desarrolla en Gerasa, ciudad de la Decápolis pagana,
lugar donde no se conoce a Dios y el mal actúa libremente. Aun en lugares como ese
la acción salvadora de Cristo obtiene victoria. Jesús destruye de raíz el mal y
disipa nuestros miedos porque ha vencido al príncipe de este mundo, que tenía
el poder de la muerte.
Le
salió al encuentro un endemoniado. Fue hacia Él,
no esperó a que lo llamara. Seguramente ha oído que libera a quienes el
espíritu del mal esclaviza, separándolos de Dios (porque es espíritu de
esclavitud), de los demás (porque es espíritu de violencia y división – el
demonio en la Biblia es el que divide), y de su yo auténtico (porque enajena,
es espíritu de mentira). Este pobre desgraciado viene del cementerio donde
habita, es decir, sale del lugar de la muerte, busca la vida. Simboliza a todos
aquellos que viven sometidos a fuerzas o poderes hostiles
a Dios, “poseídos” por realidades de este mundo que se les han vuelto verdaderos
ídolos a los que se someten (cf. 1 Cor
8,5), esperando conseguir con ellos seguridad y felicidad pero se
esclavizan y deshumanizan.
Llama la atención el contraste tan marcado que se da entre la
primera actitud del endemoniado: se
postró ante él, y el grito que da a continuación: ¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo del Altísimo? No me atormentes.
La explicación la da el mismo texto: Es
que Jesús le estaba diciendo: Espíritu inmundo sal de este hombre. Hay,
pues, una inconsecuencia en el endemoniado. Ha buscado a Jesús, pero la
irracionalidad del espíritu que lo posee le impide hacer lo que podría
liberarlo. Tendría que dejar la violencia y la mentira a la que vive sometido,
pero le resulta una tortura, se
siente incapaz. Nada, absolutamente nada en común hay entre Cristo y el mal. No
hay lugar para componendas.
Pero el endemoniado se contenta con que no lo echen fuera de esa región. El nombre que se da –Legión–
sugiere la idea de que se trata de una colectividad, incluso quizá representa a
todos aquellos que, víctimas de cualesquiera demonios, viven una vida
deshumanizada y no ponen los medios para dejarla. Reconocen que su vida les
hace vivir angustias de muerte, pero no dan el paso a la victoria final que
Cristo les ofrece. Prefieren suplicarle: Envíanos
a los cerdos para que entremos en ellos.
Se subraya la condición de vencido de Satán. Los demonios rogaban a Jesús. Y al mismo tiempo se señala que
los puercos, animales impuros,
inmundos, eran digna morada para ellos. Jesús les permitió entrar en ellos,
pero queda claro que el destino último de esas fuerzas del mal es el abismo: los cerdos se lanzaron al lago desde el
barranco… y se ahogaron.
A continuación ocurre algo sorprendente: mientras los demonios
suplican a Jesús que no los saque de aquel lugar y que los deje en los cerdos,
los gerasenos fueron donde Jesús y comenzaron
a suplicarle que se alejara de su territorio. La presencia de Jesús trae
cambios en la vida que pueden contradecir los propios intereses. Entonces se le
puede decir a Jesús como los gerasenos: mejor
vete, déjanos tranquilos.
Las curaciones, en particular, las expulsiones de demonios son signos
del poder de Dios en Jesús sobre todas las fuerzas del mal que trastornan el
orden de su creación y dañan a sus criaturas. Por eso son signos de la presencia
de su reino. Si expulso los demonios con
el dedo de Dios, es que el reino de Dios ha llegado a ustedes” (Mc 3).
Estas
acciones de Jesús se nos confían. Designó
a Doce, a los que llamó apóstoles, para que estuvieran con él y para enviarlos
a predicar con poder de expulsar demonios (Mc 3,15). Como Iglesia, todos
debemos contribuir en la medida de nuestras posibilidades a exorcizar los demonios que en nuestra sociedad atentan
contra la integridad de las personas, recortan su libertad, afectan su salud y despersonalizan.
Quien experimenta la salvación no puede sino despertar en otros la experiencia
de ser salvado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.