P. Carlos Cardó SJ
Rostro de Jesús, detalle del óleo sobre lienzo “Cristo y el joven Rico”, de Heinrich Hofmann (siglo XIX), Iglesia Baptista de Riverside, Nueva York |
Estando Él una vez orando a solas, se le acercaron los discípulos y Él los interrogó: “¿Quién dice la multitud que soy yo?”.
Contestaron: “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha surgido un profeta de los antiguos”.
Les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.
Respondió Pedro: “Tú eres el Mesías de Dios”.
Él les ordenó que no se lo dijeran a nadie. Y añadió: “Este Hombre tiene que padecer mucho, ser rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, tiene que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”.
Este texto de Lucas viene a continuación del milagro de la multiplicación de los panes (9,10-17). Jesús inicia su camino a Jerusalén donde va a ser entregado. En este contexto, dice Lucas que Jesús se hallaba un día haciendo oración a solas cuando sus apóstoles se le acercaron. Él aprovecha la ocasión para prepararlos a lo que vendrá, dado que son los que han de continuar su obra. Por eso les pregunta.
¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos responden refiriendo las distintas opiniones de la gente. Unos, impresionados por la vida austera y la muerte del precursor de Jesús, dicen que es Juan Bautista que ha resucitado. Otros creen que se trata de Elías, que ha vuelto a la tierra para consagrar al Mesías (Mal 3, 23-24; Eclo 48, 10) y preparar la llegada del Reino de Dios (Mt 11, 14; Mc 9,11-12; cf. Mt 17, 10-11). Otros, en fin, identifican a Jesús con un profeta, sin mayor concreción.
También hoy, si hiciéramos la misma pregunta, la gente daría muchas respuestas y seguramente todas muy positivas. Es un hecho incuestionable que Jesús sigue atrayendo con su personalidad, su mensaje y su obra. Jesús, generalmente, es admirado y amado. Es verdad que muchos no saben nada de Él, o tienen una imagen muy superficial. Pero si han escuchado sus enseñanzas y conocido sus acciones en favor de la humanidad, seguramente serían capaces de admirarlo y seguirlo.
Después de oír su respuesta, Jesús hace a sus discípulos otra pregunta: Y según ustedes, ¿quién soy yo? Entonces Pedro, tomando la palabra, le contesta: Tú eres el Mesías (en griego, Cristo). Pedro declara que Jesús es el Salvador enviado por Dios al mundo. Su declaración nos invita a responder quién es Jesús para nosotros, como si la pregunta de Jesús nos fuera dirigida a nosotros, aquí y ahora: “¿Quién soy yo para ti?”. ¿Cómo es mi relación con Jesús? ¿Qué es para mí seguir a Cristo? ¿Una ideología, una doctrina, una moral? ¿O es realmente una relación personal con Alguien, a quien amamos y queremos amar como Él nos ama?
Jesús, después de ordenar a los discípulos que no hablaran de Él porque la gente tenía una idea muy distinta de lo que había de ser el Mesías, empezó a enseñarles que tenía que sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, que lo matarían y al tercer día resucitaría.
Habló de esto con claridad, haciendo ver que su misión era la del Mesías
Siervo, que no se acredita con un triunfo según el mundo sino asumiendo el
dolor y la culpa de sus hermanos. Con ello Jesús aceptaba como propia la
voluntad de su Padre que ama tanto al mundo hasta entregar a su Hijo. Con ello
demostraba que no hay mayor amor que el
que da su vida por sus amigos.
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