jueves, 20 de febrero de 2020

¿Quién dicen que soy yo? - Confesión de Pedro (Mc 8,27-33)

P. Carlos Cardó SJ
Detalle del Rostro de Jesús del óleo sobre lienzo de Georg Karl Cornicelius titulado Cristo tentado por Satán (1888), exhibida en la Galería Nacional de Berlín hasta la II Guerra Mundial, su ubicación actual se desconoce.
Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".Ellos contestaron: "Algunos dicen que eres Juan Bautista, otros que Elías o alguno de los profetas".
Entonces Jesús les preguntó: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?".Pedro le contestó: "Tú eres el Mesías".
Pero Jesús les dijo con firmeza que no conversaran sobre él.Luego comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los notables, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley, que sería condenado a muerte y resucitaría a los tres días. Jesús hablaba de esto con mucha seguridad.
Pedro, pues, lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo.
Pero Jesús, dándose la vuelta, vio muy cerca a sus discípulos. Entonces reprendió a Pedro y le dijo: "Pasa detrás de mí, Satanás! Tus ambiciones no son las de Dios, sino de los hombres".
Termina la primera parte del evangelio de Marcos. Jesús ha recorrido de pueblo en pueblo la región de Galilea, transmitiendo el anuncio gozoso del reino de Dios y obrando signos en favor de la gente. La gente lo ha seguido entusiasmada y se ha animado incluso a ir tras Él en el desierto, sin nada que comer, con peligro de desmayar por el camino. Jesús los alimentó con los panes.
Pero ahí pasó algo desconcertante: al bendecir los panes, partirlos y mandar a sus discípulos que los repartieran, Jesús quiso hacer ver que el pan partido y compartido era el símbolo de su propia vida entregada para la vida del mundo, y que sus discípulos debían hacer otro tanto. Puso el ideal de realización humana en la donación. Pero ellos no comprendieron el significado del pan.
Ahora nos hallamos al norte de Galilea, cerca de la ciudad pagana de Cesarea de Felipe. Jesús inicia su camino a Jerusalén donde va a ser entregado. En este contexto, tiene con sus discípulos un momento de intimidad. Jesús les pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos responden refiriendo lo que se oye hablar sobre el Maestro, las distintas opiniones de la gente. Unos, impresionados por la vida austera y la muerte del precursor de Jesús, dicen que es Juan Bautista que ha resucitado. Otros creen que se trata de Elías, que ha vuelto a la tierra para consagrar al Mesías (Mal 3, 23-24; Eclo 48, 10) y preparar la llegada del Reino de Dios (Mt 11, 14; Mc 9,11-12; cf. Mt 17, 10-11). Otros, en fin, identifican a Jesús con un profeta, sin mayor concreción.
También hoy, si hiciéramos la misma pregunta, la gente daría muchas respuestas y seguramente todas muy positivas. Es un hecho incuestionable que Jesús sigue atrayendo con su personalidad, su mensaje y su obra. Jesús, generalmente, es admirado y amado. Esto pasa si las personas han oído hablar de Jesús. Actualmente, en nuestro mundo secularizado, hay muchas personas que no saben nada de Él, o tienen una imagen muy superficial. Pero si han escuchado sus enseñanzas y conocido sus acciones en favor de la humanidad, lo más seguro es que serían capaces de admirarlo y seguirlo.
Después de oír su respuesta, Jesús hace a sus discípulos otra pregunta: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Quiere conocer su fe porque quiere prepararlos a lo que vendrá, dado que son los que han de continuar su obra. Entonces Pedro, tomando la palabra, le contesta: Tú eres el Mesías (en griego, Cristo). Según el evangelio de Mateo, esta confesión de fe no ha nacido de una genial perspicacia de Pedro, sino que ha sido el Padre quien se lo ha revelado. ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque esto no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo... (Mt 16, 17).
“Cristiano” es aquel que confiesa a Jesús como el Cristo enviado por Dios para traernos la salvación de lo alto y liberarnos de nuestras miserias. Con Jesús Mesías irrumpe en la historia el reino de Dios de una forma eficaz y el cristiano queda asociado a Jesús para colaborar con Él en la extensión del Reino.
Esta confesión de Pedro nos invita a responder a la pregunta: quién es Jesús para nosotros. Es como si el mismo Jesús nos la hiciera también, aquí y ahora: “¿Quién soy yo para ti?”. Y espera nuestra respuesta. El cristianismo no es una ideología, ni solamente una doctrina o una moral, sino una relación personal con Jesucristo, que sale a mi encuentro y me muestra su obra: la instauración del reinado de Dios, de la victoria del amor de Dios sobre la injusticia y maldad del mundo. Al mismo tiempo, Jesucristo me dice que para que se extienda su obra y abrace a toda la humanidad, Él cuenta conmigo.

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