P.
Carlos Cardó SJ
Controversias de Jesús con los
fariseos, acuarela opaca sobre grafito
en papel tejido gris de James Tissot (entre 1886 y 1894), Museo de Brooklyn,
Nueva York
Vinieron los fariseos y empezaron a discutir con Jesús.Querían ponerlo en apuros, y esperaban de él una señal que viniera del Cielo.
Jesús suspiró profundamente y exclamó: «¿Por qué esta gente pide una señal? Yo les digo que a esta gente no se le dará ninguna señal».
Y dejándolos, subió a la barca y se fue al otro lado del lago.
La raíz fundamental de la fe es la confianza. Los fariseos y los
expertos en la religión judía, junto con los parientes y paisanos de Nazaret
habían visto muchos signos realizados por Jesús, pero no lo siguieron, no
confiaron en Él; lo presionaron para que fuera Él quien obedeciera sus exigencias.
Rechazaron la actividad que realizaba y le exigían pruebas para legitimarla; no
les bastaron las demostraciones que había hecho de su misión mesiánica y de la
verdad de su mensaje, y le pedían pruebas extraordinarias para creer. De hecho,
aunque se las diera, no iban a creer pues habían endurecido el corazón: tenían la intención de tenderle una trampa.
En el fondo de todo esto puede verse la contraposición de los
modos de pensar de Dios y los del mundo. Para Jesús, Dios es amor
misericordioso que ofrece a todos su salvación: para los fariseos, en cambio,
Dios domina con su poder y discrimina a los extranjeros. Jesús lamenta que los
fariseos rechacen la idea de Dios que Él ofrece y, como consecuencia, hagan
daño al pueblo y promuevan el odio y el desprecio a los paganos. Jesús no los
excluye de su amor, pero jamás podrá darles una señal que los afirme en su
error y mala conducta.
¿Por
qué esta generación pide una señal? Detrás de
esta exclamación de Jesús resuena la desolación que le causaba a Moisés la
ingratitud de los israelitas: ¿Por qué se
enfrentan conmigo? ¿Por qué ponen a prueba al Señor? (Ex 17,2). El pueblo no hacía más que tentar a su
Dios, aunque habían visto sus obras (Sal
95, 10. Cf. Dt 32, 5-20; Is 1,2; Sal 78,8).
La base de la fe es la confianza y ocurre como en la amistad: cuando
se exigen pruebas que demuestre la confiabilidad del amigo, simplemente ya no
hay amistad. Debe bastar la palabra del amigo. Por eso Jesús rechaza la
petición de un signo y dejándolos, volvió a embarcarse y se
dirigió a la otra orilla, es decir, les dio la espalda, no entró en su
juego.
Jesús ha anunciado la buena noticia de la salvación ofrecida por
Dios a todos. Su palabra pone al ser humano en contacto directo con Dios. El
ejemplo de su vida compasiva y misericordiosa, ofrece la posibilidad de
realizar una humanidad nueva, una nueva forma de ser.
Con la multiplicación de los panes y el significado del pan que se
comparte ha hecho ver que la entrega de la vida es el camino para la auténtica realización
de la persona. Nada de esto convence a quienes creen en un dios que avala o
permite los privilegios injustamente obtenidos, el poder ejercido como dominio,
la práctica de una religión que no conduce al amor efectivo de los demás, la
profesión de una fe que no exige la práctica de la justicia. Jesús los rechaza
tajantemente: Y dejándolos, volvió a
embarcarse y se dirigió a la otra orilla.
La exigencia de signos espectaculares realizados con el fin de
imponerse y doblegar a la gente fue una tentación del maligno para Jesús. Dios
respeta la libertad de sus hijos que pueden acoger su ofrecimiento o rechazarlo,
y respeta al mismo tiempo la verdad del amor que no requiere de pruebas y crea
libertad.
Quien ama a otro está siempre expuesto al rechazo; pero no puede
constreñir a quien ama, aunque tenga que sufrir por su amor no correspondido.
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