viernes, 6 de diciembre de 2024

Curación de dos ciegos (Mt 9, 27-31)

 P. Carlos Cardó SJ 

Curación de los ciegos camino a Jericó, óleo sobre lienzo de Pieter Norbert van Reysschoot (Siglo XVIII), Iglesia de San Pedro, Gante, Bélgica

En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando: "Ten compasión de nosotros, hijo de David."
Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: "¿Creéis que puedo hacerlo?" Contestaron: "Sí, Señor."
Entonces les tocó los ojos, diciendo: "Que os suceda conforme a vuestra fe."
Y se les abrieron los ojos. 

En el evangelio, el descubrimiento del sentido de la vida se equipara al ver, que la fe hace posible. La vida se ilumina, se sabe dónde ir, a dónde dirigirse. Lo contrario es ceguera, vida sin norte. Como la resurrección, la fe hace pasar de la tiniebla a la luz. Despierta tú que duermes y te iluminará Cristo (Ef 5,14). 

El relato de la curación de los dos ciegos invita a ver la realidad desde otra perspectiva, en su proyección trascendente, más allá de lo que se percibe con la simple visión física. La fe nos hace apreciar el valor de nuestra vida como Dios la ve, y orientarla hacia él. 

Lo seguían. Como los enfermos y excluidos, fiados de su poder liberador, y también como los discípulos que escucharon su llamada: Ven y sígueme. La atracción que ejerce Jesús genera un dinamismo de salir en su busca, tras él. Y su seguimiento se sostiene gracias a la confianza que él mismo inspira: Quien me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Jn 8,12). 

Los ciegos se dan cuenta de que no ven y de que su ceguera puede ser curada; es el inicio de la gracia, darse cuenta. Los fariseos, en cambio no admiten su falta de visión y pretenden enseñar a los demás; son ciegos que guían a otros ciegos. 

Lo seguían gritando: Hijo de David, ten compasión. El anhelo de la fe es como un grito en la noche. Los ciegos atribuyen a Jesús un título mesiánico, que hace referencia al libertador que los judíos esperaban, un descendiente del rey David. Pero es interesante constatar que los ciegos se refieren a un Mesías que puede fijarse en ellos y curarlos porque es compasivo y misericordioso. 

A continuación, Jesús y los que le siguen entran “en la casa”. Antes ha estado en casa de Jairo, magistrado judío, para devolverle la vida a su hija. Ahora no se dice a qué casa entra, pero puede ser la de Simón, que solía alojarlo en Cafarnaúm. En todo caso, “la casa” simboliza en los evangelios a la Iglesia, casa de los que siguen a Jesús, comunidad de hermanos en la fe. Allí, en la experiencia de la fraternidad se abre para todos la luz de la fe. “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos (1Jn 3,14). Y el signo que se realiza, la curación de los dos ciegos, se realiza desde la fe: Que se haga como han creído.

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