P. Carlos Cardó SJ
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| El diluvio universal, fresco de Miguel Ángel (1509 aprox.), Capilla Sixtina, Vaticano, Roma |
Jesús les dijo: "En los días del Hijo del Hombre sucederá lo mismo que en tiempos de Noé: la gente comía, bebía, y se casaban hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el arca y vino el diluvio que los hizo perecer a todos. Ocurrirá lo mismo que en tiempos de Lot: la gente comía y bebía, compraba y vendía, plantaba y edificaba. Pero el día que salió Lot de Sodoma, cayó desde el cielo una lluvia de fuego y azufre que los mató a todos. Lo mismo sucederá el día en que se manifieste el Hijo del Hombre. Aquel día, el que esté en la terraza, que no baje a buscar sus cosas al interior de la casa; y el que esté en el campo, que no se vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. El que intente guardar su vida la perderá, pero el que la entregue, la hará nacer a nueva vida. Yo les declaro que aquella noche, de dos personas que estén durmiendo en una misma cama, una será llevada y la otra dejada; dos mujeres estarán moliendo juntas, pero una será llevada y la otra dejada".
Entonces preguntaron a Jesús: "¿Dónde sucederá eso, Señor?".
Y él respondió: "Donde esté el cuerpo, allí se juntarán los buitres".
Con una comparación y una pequeña parábola, Jesús hace ver que se debe proceder con libertad responsable y estar disponibles para darlo todo a fin de lograr lo más importante, que es la realización del plan de Dios sobre nosotros.
Compara primero el fin del mundo con el tiempo anterior al diluvio y a la destrucción de Gomorra para que “esta generación” advierta que se debe proceder con atención y prontitud, no con dejadez e indolencia. El diluvio no acabó con Noé y su familia que dieron muestra de fidelidad y previsión; Lot y su familia se salvó. Lo que se construye sobre la palabra de Dios resiste como el arca; lo que se construye sobre la insensatez, se derrumba, es arrasado por las aguas. Lo mismo ocurrió antes del desastre de Gomorra: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban y edificaban. Toda nuestra vida ordinaria (comer, beber, vender, plantar y edificar) lo podemos realizar como entrega de nosotros mismos con amor, o con violencia o injusticia, perjudicándonos a nosotros o al prójimo.
Con la pequeña parábola Jesús nos advierte también que en lo cotidiano construimos nuestra vida y nos encaminamos a la vida plena. Sea en el descanso reparador, como en el trabajo diario, es decir, en lo rutinario de la existencia, todo depende del comportamiento que se tiene. Lo determinante no es lo que se hace, sino el cómo se hace. No en acontecimientos extraordinarios, sino en los de cada día construimos nuestra existencia según Dios y nos encaminamos a la vida plena de le resurrección.
Finalmente repite Jesús que la manifestación del Hijo de hombre será tan clara e inconfundible como la carroña para el ave de presa. No habrá necesidad de conocer de antemano su ubicación precisa, pues todos la verán.
Nada de lo
que nos dice Jesús en estos discursos es para asustarnos. Con ellos nos invita a
la responsabilidad con nosotros mismos. Fijos los ojos en él, sabremos en todo
momento cómo debemos ser, cómo podemos vivir una vida plena con valor de
eternidad que Dios reconocerá y llevará consigo para siempre. De hecho, lo que
llamamos juicio de Dios sobre nosotros no es otra cosa que el juicio práctico
que hacemos ahora de Jesús: lo aceptamos como nuestra norma de vida o lo
negamos, lo servimos en los hermanos o pasamos de largo encerrados en nuestro
egoísmo.

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