viernes, 12 de mayo de 2017

Voy a prepararles un lugar (Jn 14, 1-6)

P. Carlos Cardó, SJ
Ángeles adorando la Eucaristía, óleo sobre lienzo de Jerónimo Jacinto de Espinoza (siglo XVII), Museo del Patriarca, Valencia, España
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría dicho a ustedes, porque ahora voy a prepararles un lugar. Cuando me haya ido y les haya preparado un lugar, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy".Entonces Tomás le dijo: "Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" Jesús le respondió: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí".
Cuando se escribe el Evangelio de Juan, la primera comunidad de Jerusalén siente que su fe está puesta a prueba por las persecuciones que sus conciudadanos judíos han desencadenado contra ella. Jesús había dejado de estar físicamente con ellos y necesitaban su apoyo. En ese contexto recordaron las palabras que Jesús había dicho en su última cena: No se angustien. Creen en Dios, crean también en mí.
De modo similar, los cristianos de todos los tiempos atravesarán por momentos difíciles y tendrán que reavivar su confianza de que el Señor, por su resurrección, sigue entre ellos y no los abandona nunca. La confianza es componente esencial de la fe. Y la razón de la confianza es la convicción de que, a partir de su resurrección, Jesús ha iniciado una nueva forma de existencia y que la vía para experimentar su compañía consiste en amarse unos a otros, orar juntos, en una palabra, vivir según el Espíritu Santo que Él ha enviado.
Jesús va a volver a su Padre, pero no se desentiende de los suyos que quedan en el mundo. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, les dice. “Casa de mi Padre” había llamado al templo cuando lo purificó expulsando a los mercaderes. Ahora habla del lugar donde habita su Padre, que no es un espacio físico, sino el amor perfecto. El que me ama se mantendrá fiel a mis palabras. Mi Padre lo amará y vendremos a él y viviremos (pondremos nuestra morada) en él (14,23).
El Padre y su Hijo habitan en nosotros por el Espíritu Santo. No nos creemos fácilmente esta afirmación de Jesús, que fundamenta la sagrada dignidad del ser humano en la visión cristiana de las cosas. Nos cuesta mucho vivir conforme a esta identidad nuestra de ser templo, casa, morada de Dios. Se ultraja su templo, se destruye su morada, cada vez que se daña o perjudica al prójimo. Sacamos a Dios de nuestra vida, lo arrojamos fuera o lo olvidamos, cada vez que intentamos vivir sin oír su voz, o nos angustiamos por no saber asumir nuestra soledad que siempre está llena de su misteriosa presencia.
Desde otra perspectiva, “casa del Padre” es también la meta del destino de Jesús  y de nuestro destino personal. Por eso dice Jesús: Voy a prepararles un lugar, un lugar junto al Padre, para vivir con Cristo, participando de su misma vida, que es felicidad perfecta. Ese es el lugar que nos tiene preparado Jesús. Vendrá y nos llevará consigo. Mientras tanto, hasta que Él venga, el amor nos hace estar donde Él está. Si antes Jesús estaba físicamente con sus discípulos, ahora está en sus discípulos.
Tomás no entiende este lenguaje. No comprende que aunque su Maestro vuelva a su Padre, quedará siempre con ellos. Como él, también nosotros actuamos a veces como ignorando dónde está Dios, perdemos de vista el camino para estar con Él, o buscamos nuestra realización y felicidad donde no pueden estar. En su respuesta a Tomás, Jesús nos hace ver que viviendo su forma de vida nos encontramos a nosotros mismos, y alcanzamos la felicidad que perdura, es decir, alcanzamos a Dios. Yo soy el camino, la verdad y la vida, nos dice.
Si meditamos las palabras de Jesús y, sobre todo, las llevamos a la práctica en el amor al prójimo, veremos que nos aseguran su presencia, nos hacen encontramos con Dios. Se realiza en nosotros el deseo de Jesús: que puedan estar donde voy a estar yo.  

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